Personalmente, he vivido en muchos pisos. En general, me encanta compartir apartamento con otras personas, pero ha habido veces que me hubiera gustado abrir la puerta de casa y echar a alguno de mis compañeros. Bueno, de hecho, lo hice.
Hace unos años viví en Australia, a donde fui para trabajar y ahorrar un poco de dinero. Encontré un piso minúsculo donde vivían 6 personas. Al principio, todo iba bien, pero en un momento dado entró un chico que solo quería salir de fiesta y vivir la vida loca. Cada día llegaba a altas horas de la madrugada y la liaba parda, como decimos en España. Ponía la música a todo volumen, ensuciaba, rompía cosas de la casa e incluso, un día, agarró el sofá del salón y lo lanzó por la ventana.
Esa fue la gota que colmó el vaso y, después de hablar con el propietario, conseguimos echarlo de casa. Fue una experiencia bastante desagradable porque durante meses no pudimos dormir y se creó un ambiente bastante tenso en casa. Claramente, teníamos estilos de vida distintos y una concepción muy diferente de la convivencia. Por suerte, cuando se fue, pudimos volver a la normalidad.