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El Rincón Literario (2): Ainhoa

El Rincón Literario (2): Ainhoa

yazan Bernat OLS Community Manager -
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El Rincón Literario (2): Ainhoa  

València, Comunitat Valenciana

Source: Pixabay

¡HOLA, LECTORES Y LECTORAS!

El "rincón literario" es una serie de historias cortas que iremos publicando regularmente en la comunidad para ayudaros a mejorar vuestra comprensión lectora. Los relatos los escribo yo, así que no esperéis nada del otro mundo, JAJA. 

Si no lo habéis hecho ya, os aconsejo que, antes de continuar, leáis primero la historia de Chabier. Ambas están relacionadas. A disfrutar :-) 


—Ainhoa, por favor, mándanos un correo cuando llegues a casa. 

—Se llama mensaje, papá, JAJA. De todos modos, sí, no te preocupes. Os escribiré un MENSAJE a los dos. A ti y a mamá.  

—Nos hace mucha ilusión que nos visites de vez en cuando, hija. Te echamos mucho de menos —admitió Antonio, visiblemente triste.  

—Volveré pronto, os lo prometo. Cuidaros y, por favor, darle un poco de fuet a Trueno. 

—Tu siempre alimentando al perro, ¡eh! —sonrió, antes de abrazarla. 

—Adiós papá.  

—Buen viaje, cariño. 

 Ainhoa mostró el billete al conductor, subió al autobús y saludó a su padre desde la ventana. Al cabo de cinco horas interminables de viaje, llegó a casa, un poco mareada por las curvas. Vivía en València, concretamente en el barrio costero de El Cabanyal, una de las zonas con más encanto de la ciudad. Su apartamento no era nada extraordinario, pero tenía una terraza con vistas al mar que era la envidia del vecindario. Hacía un calor insoportable, así que decidió ir a darse un chapuzón* a la playa. Se vistió con ropa cómoda, agarró cuatro cosas necesarias y partió deseosa de relax. Era un día precioso de mitad de junio y los pájaros cantaban alegremente. «València, t’estime*», susurró agradecida, mirando el sol con los ojos cerrados.  

 Se mudó a la Comunitat Valenciana muy jovencita para estudiar periodismo. Fue difícil abandonar su tierra natal, pero, desde que tenía uso de razón, soñaba con explicar el mundo a través de la escritura. Y allí surgió la oportunidad. El primer día de clase fue un fiasco de dimensiones épicas. Sentada en primera fila, se dio cuenta de que, erróneamente, se había inscrito en la línea de valenciano/catalán, una lengua que desconocía. «Os lo suplico, cambiadme de curso», imploró en vano a la responsable administrativa de la universidad. Superado el disgusto inicial, aprendió el idioma en apenas un mes, una proeza que dejó sin palabras a sus compañeros/as. Lo hablaba tan bien que le decían bromeando: “Eres más valenciana que la paella, la horchata y Las Fallas juntas”.  

 Ainhoa adoraba ir a la playa a leer novelas apocalípticas, pese a odiar con vehemencia la textura de la arena y sus trillones de granos maléficos. El rumor de las olas y la brisa del mar le ayudaban a concentrarse y sumergirse de lleno en los libros. Hacia las dos de la tarde, después de haber nadado peligrosamente cerca de una medusa, decidió regresar a casa. Al abrir la puerta de entrada, se dio cuenta de que había una carta en el suelo. «Mierda, una factura», maldijo, pensando en su cuenta bancaria. Agarró el sobre con poco entusiasmo y lo giró para ver de qué se trataba. «¡Ay, Dios mío!», exclamó, esta vez nerviosa. La carta venía de Francia, concretamente de París. «¡Por favor, por favor, por favor!», rogó, cruzando los dedos.  

Carta Ainhoa

Source: Bernat, OLS Community Manager

Temblando como una hoja, leyó varias veces la carta. No lo podía creer. Tenía que ser una broma. Lovely Planet era una de las mayores editoras de guías de viaje del mundo. Empezó a dar vueltas incoherentes por el piso, sin saber muy bien cómo reaccionar a la noticia. Parecía Trueno, el perrito de sus padres, cuando estaba hasta las narices de hallarse encerrado en casa. Se duchó con agua fría para rebajar la tensión y comió un poco de ensalada. «La entrevista no fue un desastre, entonces», pensó maravillada. Lavó los platos, se sentó en el sofá y se tomó de un trago una taza de café con hielo. «¡Qué p**a pasada!», gritó eufórica, mientras sentía su cerebro congelarse lentamente. Agarró el teléfono y llamó a su mamá Pilar.  

 —Hola, amor. ¿Todo bien? ¿Ya nos echas de menos? JEJE. Te olvidaste del correo, por cierto. 

—Me han contratado, mamá —dijo Ainhoa, entre sollozos.  

—¿Qué? No he entendido nada, hija. Cálmate un segundo y repite lo que has dicho.  

—Que me han contratado los/las de Lovely Planet. Me enviarán a Honduras para escribir una de sus guías.  

—¡Madre del amor hermoso! —exclamó Pilar, luego de algunos segundos de silencio.  

—Sí, mami. ¡Estoy superfeliz! ¿Qué te parece?  

—Pero… ¿por qué a Honduras? —preguntó la pobre mujer, con aire preocupado.  

—No te quedes con el dónde sino con el qué. Voy a trabajar como redactora para una de las empresas más conocidas del planeta. ¿Te das cuenta? Por fin hay alguien que valora mi perfil y cree en mis capacidades. Además, Honduras es perfecto. Es un país poco conocido con mucho potencial. No veo la hora de visitar las Islas de la Bahía y la antigua ciudad maya de Copán 

—Tienes razón Ainhoa. Te lo mereces y estamos superorgullosos/as de ti. Sabíamos que tarde o temprano una oportunidad como esta iba a llegar. Todo sufrimiento tiene su recompensa. —afirmó Pilar, fingiendo descaradamente no estar agobiada. 

Años atrás, tras graduarse, Ainhoa encontró trabajo en una agencia de noticias de València, donde publicó centenares de artículos. Sus jefas estaban encantadas con ella y, al poco tiempo, recibió un ascenso, que vino acompañado de un interesante aumento salarial. Sin embargo, en vez de estar contenta por la promoción, se sentía desleal con su público lector. «¿Cómo puedo interpretar el mundo sin antes conocerlo?», se torturaba frecuentemente con la asistencia de sus rígidos principios. Finalmente, después de meditarlo durante una temporada, presentó su dimisión. «¿¡Cómo se te ocurre renunciar a un contrato indefinido, hija!?», exclamaron sus padres, perplejos. Pero no había nada que hacer, ya que la decisión estaba tomada. Ainhoa anhelaba descubrir otras culturas. Quería crecer y entender. 

Durante media década, Ainhoa vagó por el globo sin un plan definido, trabajando sin pretensiones de lo que fuera. Cuando encontraba el tiempo, escribía sus aventuras en un blog personal, el cual acabó engendrando una hermosa comunidad virtual de dimensiones considerables. Vivir en el extranjero le ayudó a desarrollar importantes dosis de empatía y humildad, valores que consideraba fundamentales para ser una ciudadana ejemplar. El país que más le chocó fue Bolivia, el último de su extensa lista, donde entró en contacto con el intrigante mundo de las poblaciones originarias. Tras recorrer el territorio de norte a sur, añorando una estabilidad, sintió que era momento de volver a València. Se instaló en el famoso piso de El Cabanyal y empezó a buscar empleo, desgraciadamente sin mucha fortuna.  

Pasaban los meses y no surgía ninguna oportunidad satisfactoria. El sector periodístico estaba atravesando una crisis sin precedentes por culpa de las nuevas formas de comunicación digital. Consecuentemente, muchos medios estaban adelgazando sus plantillas. Hizo un par de entrevistas que no cuajaron*, una de las cuales hirió profundamente su autoestima. «Sorry, pero deberías haber madurado experiencia profesional en vez de viajar como una hippie por el mundo», le espetó sin tacto un famoso reportero de la zona. Nadie parecía comprender sus principios ni tener en cuenta sus habilidades. Desolada, abandonó temporalmente la búsqueda y empezó a trabajar de camarera en un restaurante para turistas llamado “La Paella Flamenca”. Sorprendentemente, ofertaba de todo menos paella. 

 

Un día, luego de una noche de curro* para olvidar, decidió retomar la senda literaria y empezó a escribir de manera autónoma una mezcla de guía y de diario personal sobre Bolivia. Fue tal su obsesión y dedicación, que acabó concibiendo un producto excepcionalmente novedoso. «Viajar como una hippie por el mundo estimula la creatividad, bocachancla*», murmuró resentida Ainhoa. Una pequeña editorial familiar con sede en Aragón, su patria querida, se interesó por el libro, que fue felizmente publicado y distribuido por las bibliotecas públicas de la región. Ainhoa no se hizo millonaria, pero recuperó su estima personal y las ganas de triunfar. Viendo que la situación laboral en España no mejoraba, amplió su radio de búsqueda. Fue así que, por casualidades del destino, se topó con la vacante de Lovely Planet, su nuevo empleador.  

—Bueno, mamá, dile a papá que me llame cuando vuelva de hacer lo que esté haciendo. Me gustaría ser yo misma quien le dé la noticia.  

—Sí, no te preocupes, corazón. —respondió Pilar, todavía con la palabra “Honduras” en la cabeza.  

—Ah, a propósito, ¿cómo está Trueno?  

—Pues bien, como esta mañana, cuando te lo has comido a besos. 

—Vale, dale un achuchón* de mi parte, porfi.  

—Hasta luego, pequeña.  

—¿Lo harás o no? —insistió.  

—Sí, lo haré, Ainhoa.  

—Adiós, mami, te quiero.  

—Hasta luego hija, yo también. 

Ainhoa apoyó su taza de Star Wars en la mesita de la sala de estar y se levantó del sofá. Necesitaba un poco de aire. Salió de casa, agarró el metro y se bajó en la parada de Colón, en pleno centro de València. Le apetecía tomar un helado y pasear por el casco antiguo de la ciudad. Sin saber muy bien el porqué, se acordó de Chabier, su paisano aspirante a explorador. Era un niño encantador, cuya curiosidad no tenía límites. Desde el minuto uno, en aquel pasillo de la biblioteca del pueblo, se sintió muy identificada con él. Le hubiera gustado compartir con Chabier la primicia y preguntarle cosas sobre Honduras, país que seguramente conocía bien. Decidió que, una vez publicada, le regalaría su nueva guía de la Lovely Planet. Llegó caminando hasta la Plaça de la Verge, donde se sentó en un banco, junto a una pareja de ancianos. Exhausta de la emoción y del viaje en autobús, cerró los ojos, miró hacia el sol y dijo: «Honduras, ¡allá voy!». 


Espero que os haya gustado. Contadme qué os ha parecido en los comentarios, haciendo clic en "Reply."

Bernat, OLS Community Manager  Español 


Darse un chapuzón*: to go for a swim. 

València t’estime*I love you Valencia in Valencian/Catalan language. 

No cuajaron*: didn't prosper. 

Curro*job (coloquial)

Bocachancla*: big mouth. It is usually considered an insult or a criticism of someone's behavior or attitude.

Achuchón*: hug, cuddle. 

Honduras, América Central

Source: Unsplash